La única clase de hambre tolerable: la de leer, saber, entender. Bien por el lector moroso pero arrepentido, que persiste en su afición, y no en la falta. Valiente quien reconoce. Admirable el que agradece. Mejor aún, el que comprende, concilia y perdona.
La única clase de hambre tolerable: la de leer, saber, entender. Bien por el lector moroso pero arrepentido, que persiste en su afición, y no en la falta. Valiente quien reconoce. Admirable el que agradece. Mejor aún, el que comprende, concilia y perdona.
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