Este escrito surgió como reflexión de
un taller de lectura con estudiantes de Pedagogía Infantil de la
Unipanamericana, en el Paradero Paralibros Paraparques de Teusaquillo
Por: Ángela Valeria Dimaté
Promotora de lectura
parque Unipanamericana
En búsqueda de lectores apasionados
Si hay lectores como
Enrique en los PPP, en el Centro de Lectura del Bronx, en los Hospitales con
planes de lectura o en las Bibloestaciones, la inquietud y la pasión más
esenciales bullen allí dentro. Pero son la relectura, el arrojo al viaje de retorno,
a la investigación curiosa de la disposición de palabras, frases y párrafos; es la
pregunta por el ser de un libro en particular y por el modo en que ese ser se
manifiesta, por cómo está escrito, qué narrador nos brinda información o la
oculta (convirtiendo la literatura en revolución), aquellos lugares en que
nacemos de nuevo puesto que encontramos a un yo antes oculto por medio de la develación
de las intimidades de un libro.
Motivos para leer, Martín Kohan (escritor y lector argentino)
Hace poco, en un taller
de lectura realizado en un colegio distrital, leyendo con un sexto “La caída de
la casa Usher” de Edgar Allan Poe, un estudiante reclamó porque estábamos
haciendo demasiadas preguntas al cuento. Él lo justificó diciendo que
le daba pereza pero, en el fondo, no había encontrado nunca que de hacerle preguntas a un libro, resultara una experiencia enriquecida y profunda, tan emocionante –o más– como salir a jugar fútbol en la hora de descanso. Esto que digo acá no es nuevo, ya lo dijeron Nietzsche y Estanislao Zuleta, lo practicaron Aristóteles y Platón en sus escritos hace veintiséis siglos, lo trabajan experimentados promotores de lectura como Yolanda Reyes, Liliana Moreno, Irene Vasco, más de 50 promotores de lectura de Fundalectura, y muchos más en todo Colombia, que nos cuestionamos en la práctica y al cerrar nuestro punto de lectura por el ser y el hacer de la lectura. Y si lo sabemos ¿por qué no lo ponemos en práctica siempre?
le daba pereza pero, en el fondo, no había encontrado nunca que de hacerle preguntas a un libro, resultara una experiencia enriquecida y profunda, tan emocionante –o más– como salir a jugar fútbol en la hora de descanso. Esto que digo acá no es nuevo, ya lo dijeron Nietzsche y Estanislao Zuleta, lo practicaron Aristóteles y Platón en sus escritos hace veintiséis siglos, lo trabajan experimentados promotores de lectura como Yolanda Reyes, Liliana Moreno, Irene Vasco, más de 50 promotores de lectura de Fundalectura, y muchos más en todo Colombia, que nos cuestionamos en la práctica y al cerrar nuestro punto de lectura por el ser y el hacer de la lectura. Y si lo sabemos ¿por qué no lo ponemos en práctica siempre?
Ya
que menciono a
Zuleta y recuerdo, como ustedes lo harán, su “Elogio de la dificultad”,
podemos
decir con certeza que no es fácil. Si queremos promover una experiencia
de
lectura crítica y al tiempo deliciosa, primero tenemos que ser lectores
críticos que se deleitan con los libros a fondo. Luego es preciso que
cuestionemos la metodología de talleres y actividades, porque una cosa
es que cada uno
descubra una forma personal de leer con método, y otra es transmitirla,
compartirla y recrearla sin que se convierta en una camisa de fuerza.
Ese
momento es cuando el lector se convierte no sólo en mediador sino en
promotor
de lectura, cuando explora y suaviza el límite entre su experiencia
personal y
la posible experiencia de los otros; es cuando descubre en la biblioteca
pública
en un espacio no convencional la oportunidad de lo comunitario en la
pasión sin
fin que siente por los libros.
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