Por Gildardo
Meneses
Promotor de lectura P.P.P. La Estancia
Radiografía del Divino Niño
y otras crónicas sobre Bogotá
La ciudad ha venido creciendo insaciablemente sin parar. Los edificios que
se levantan parecen competir con la altura de las montañas que la rodean. Y el
verde característico de ella se ve menos. El color que se presencia es el ocre de
las casas. Casas que se han levantado buscando un espacio en Bogotá y que, por
la noche, la luz de los hogares la iluminan. Bogotá ha tenido cambios que
apenas son notorios para algunas generaciones, ya que no es la misma de hace
cincuenta años: después del 9 de abril no siguió siendo la misma. Sí, las
generaciones que no han presenciado dichos cambios fue porque nacieron en la
década de los 50s o posteriormente.
Para tener una idea cómo era la ciudad hace cinco décadas, hay
fotografías que proporcionan imágenes más que dicientes: casas coloniales, cachaco
de gabardina negra y sombrilla a la mano. La fotografía permite una lectura de
la ciudad a través de la imagen dando cuenta de lugares emblemáticos que
estuvieron y que, con el paso del tiempo, fueron remplazados. La crónica en este
caso también ilustra los acontecimientos y el lector de Libro al Viento, en su número 26, encontrará once crónicas que, como
lo enuncia se título, es una Radiografía.
“La crónica es un género periodístico que
está lejos de la noticia, pero muy cerca de la realidad. A veces la noticia y la realidad se juntan de
manera caprichosa y eso hace excepcionales a las buenas crónicas”. Expresa Roberto Rubiano Vargas en el inicio
de la introducción de Radiografía del
Divino Niño y otras crónicas sobre Bogotá. Lo mencionado por Rubiano Vargas, respecto a
la crónica y el encuentro entre la realidad y la noticia, nos desvela la
memoria de una ciudad que no está compuesta solamente por la infraestructura,
sino también por la historia de sus habitantes.
Cien horas como vendedor ambulante de Alfredo Molano es un ejercicio
experimental-periodístico. Molano sin tener ninguna experiencia como vendedor
ambulante se pone en los zapatos de uno y nos muestra las dificultades por las que
pasan estos vendedores informales. En Bogotá
para principiantes, de Antonio
Caballero, se puede leer como una guía turística irónica para los que
desconocen la ciudad y se empeñan en decir que Bogotá es fea. La
belleza también duerme en los inquilinatos de Ricardo Rondón nos presenta a
las costureras de Ciudad Bolívar, junto a sus vestidos, para reflexionar que éstas
creaciones no tienen nada que envidiarle a Silvia Tcherassi.
Y como dice Eduardo Arias Villa en su crónica Tierra de Nadie: “Es demasiado caótica para ser hermosa. Esconde
demasiadas sorpresas como para ser aburridora”.Lector asiduo del paradero está invitado a leer este libro y reflexionar
sobre el porvenir de la ciudad, porque sus habitantes también construyen,
proponen y piensan la ciudad.
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