jueves, 26 de enero de 2017

Desde el P.P.P. La Estancia, en la localidad de Ciudad Bolivar, nos recomiendan

               
   Por Gildardo Meneses
                                Promotor de lectura P.P.P. La Estancia


                           Radiografía del Divino Niño 
                           y otras crónicas sobre Bogotá

  La ciudad ha venido creciendo insaciablemente sin parar. Los edificios que se levantan parecen competir con la altura de las montañas que la rodean. Y el verde característico de ella se ve menos. El color que se presencia es el ocre de las casas. Casas que se han levantado buscando un espacio en Bogotá y que, por la noche, la luz de los hogares la iluminan. Bogotá ha tenido cambios que apenas son notorios para algunas generaciones, ya que no es la misma de hace cincuenta años: después del 9 de abril no siguió siendo la misma. Sí, las generaciones que no han presenciado dichos cambios fue porque nacieron en la década de los 50s o posteriormente.

  Para tener una idea cómo era la ciudad hace cinco décadas, hay fotografías que proporcionan imágenes más que dicientes: casas coloniales, cachaco de gabardina negra y sombrilla a la mano. La fotografía permite una lectura de la ciudad a través de la imagen dando cuenta de lugares emblemáticos que estuvieron y que, con el paso del tiempo, fueron remplazados. La crónica en este caso también ilustra los acontecimientos y el lector de Libro al Viento, en su número 26, encontrará once crónicas que, como lo enuncia se título, es una Radiografía.

  “La crónica es un género periodístico que está lejos de la noticia, pero muy cerca de la realidad.  A veces la noticia y la realidad se juntan de manera caprichosa y eso hace excepcionales a las buenas crónicas”. Expresa Roberto Rubiano Vargas en el inicio de la introducción de Radiografía del Divino Niño y otras crónicas sobre Bogotá.  Lo mencionado por Rubiano Vargas, respecto a la crónica y el encuentro entre la realidad y la noticia, nos desvela la memoria de una ciudad que no está compuesta solamente por la infraestructura, sino también por la historia de sus habitantes.

  Cien horas como vendedor ambulante de Alfredo Molano es un ejercicio experimental-periodístico. Molano sin tener ninguna experiencia como vendedor ambulante se pone en los zapatos de uno y nos muestra las dificultades por las que pasan estos vendedores informales. En Bogotá para principiantes, de Antonio Caballero, se puede leer como una guía turística irónica para los que desconocen la ciudad y se empeñan en decir que Bogotá es fea.  La belleza también duerme en los inquilinatos de Ricardo Rondón nos presenta a las costureras de Ciudad Bolívar, junto a sus vestidos, para reflexionar que éstas creaciones no tienen nada que envidiarle a Silvia Tcherassi.

  Y como dice Eduardo Arias Villa en su crónica Tierra de Nadie: “Es demasiado caótica para ser hermosa. Esconde demasiadas sorpresas como para ser aburridora”.Lector asiduo del paradero está invitado a leer este libro y reflexionar sobre el porvenir de la ciudad, porque sus habitantes también construyen, proponen y piensan la ciudad.



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