Por:
Joseph Lozano
Promotor de lectura PPP Clarelandia
Escrito
sobre:
Autor: Koizumi
Yakumo
Editorial: Libro
al viento.
Año: 2011
Género: Cuentos
Obra: Cuentos de China y Tíbet
Autor: Lotta Carswell
Editorial: Norma
Año: 2011
Género: Cuentos
"El poeta está
envuelto en el humo de su pipa, y dice:
¡Oh! ¡El sueño! Por él
vivimos muchas vidas distintas; él nos
libertad de la esclavitud
del ser. Ser de un modo, ¡qué triste...! "
Fernando González
Las
costumbres obedecen a los valores intuitivos, como dice William Ospina, y estos
a través del lenguaje adquieren y se enriquecen de una forma simbólica: todo tiene que ver con todo. Aquél
lenguaje vivo se mezcla con los sueños y recuerdos, creando una memoria
colectiva que se expresa en la palabra, en el relato.
Hace
muy poco tiempo me enteré de cómo el gallo cantor se había ganado su corona.
Que en el extremo occidente del Tíbet, en el reino de Sekkim, construyeron una
torre que se izaba hasta el cielo y que todo ello inició por un granjero que amaba sus cerdos. De la
extraña historia de unos mágicos seres diminutos hechos en madera y al servicio
de una señora que los hacía crear, cultivar y moler una misteriosa harina de
trigo; luego la señora utilizaba esta
harina para hornear viandas deleitosas que brindaba a sus residentes al
amanecer como desayuno, transformando a los incautos viajeros en burros. Es
imposible no recordar aquella alegre e infortunada marioneta de madera que, al
quedarse cinco meses sin escuela y en una entrega total al divertimento, se
contagió de la fiebre de burro; luego en ese estado lamentable lo vendieran a
un circo. De una manera muy similar, en este cuento chino, la señora número
tres arriaba con un látigo largo a sus
desgraciados residentes transformados en jumentos. En la comunión de estos dos últimos
relatos yace la extrema confianza de los futuros burros.
El
tiempo, máximo regente de las culturas vivas y muertas, se expresa de una
forma divina en un sublime relato
japonés. En esta historia, el tiempo es moldeado como un bello y fatídico sueño
de un góshi (que es propietario rural y soldado-granjero) llamado Akinosuké; en
este relato el resultado mágico, más que el acontecimiento, es el transcurso
temporal. Esta misteriosa
concepción del tiempo está muy arraigada
en el vientre oriental y la podemos ver en
el Dios Visnú, el regente cósmico que nos sueña y sueña la realidad, y también
en Sidarta Guatama, que según la
gloriosa historia oriental, era el iluminado, Buda o despierto, de esta dolorosa realidad.
El
que lea aquellos relatos asiáticos tiene la posibilidad de ver cómo al
caerse las pinturas de los peces en el
lago, se desprenden del papel y ¡se alejan
nadando a las profundidades del Oriente!
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