Desde el PPP de Illimaní nos recomiendan
Justa postura
Por: Daniel Briceño
Promotor de lectura del PPP del parque Illimaní
Promotor de lectura del PPP del parque Illimaní
Por espacio solo me acercaré a la proclama. Que además de tocar fibras sensibles no es ficción de aceptar tal cual venga.
Después de oír el discurso de aquel colombo-japonés sobre la causa de las problemáticas socioeconómicas nacionales solo se hace necesario leer este inocente texto. ¿Pero inocente por qué? Porque obedece a un mensaje omnipresente e imperante en este rincón de América, porque adicionalmente es una proclama de sumisión y culpa hacia la población, que si bien reproduce actividades destructivas de variada índole, también es víctima de potencias más allá de su control.
Tenemos que valorar nuestra diversidad, es justo y necesario apreciar las riquezas de estas tierras y montañas, etcétera. ¡De manera que somos los habitantes que no escogimos dónde nacer quienes acarreamos las consecuencias de poderes externos e internos contaminados! ¡No faltaba más!
La ciencia, la educación y el desarrollo no han servido para más que multiplicar accionares y tradiciones netamente occidentales (de Europa y Norteamérica) en tanto: la primera se ha desarrollado en torno al militarismo, la guerra, la muerte, el saqueo de regiones menos preparadas en dichos términos, la explotación de recursos no renovables, entre muchos otros. Produciendo tecnología e ideas sobre ella alrededor de los núcleos de poder y sus intereses, tan alejados de aquel de las masas, que por ser tales ”no tienen pensamiento y necesitan líderes preparados”. En cuanto a la educación, baste decir que se levanta sobre la razón de la preparación de los sujetos para servir y desempeñarse en una matriz, o matrices y reproducir sistemas de valores y valoraciones morales y éticas, para de esta forma no tener que implementar permanentemente control social opresivo-violento; y por el lado del glorificado desarrollo encontramos que no es otra cosa que un efecto espejo, muy defectuoso, de modelos implementados en las potencias mundiales, que eventualmente se vinieron abajo cuando el capitalismo, un modo de producción en sus comienzos, se transformó en un modelo civilizatorio y comenzó su andar de gran bestia.
Supongamos que el bien intencionado mensaje de García Márquez cayera en civilizada indiamenta tercermundista, pensemos por un momento que nos volviéramos recipientes suaves a los sanos dictados de la intelectualidad, hija y seguidora de sistemas opresivos y elitistas. Entonces veríamos a toda la población con gran cantidad de saber, conocimientos y habilidades prácticas, viviendo en ideales CIUDADES, porque sin ellas la humanidad (procedente del humus) es bárbara y bruta, donde todo anda como uno de esos relojitos deificados por proceder de Suiza.
¿Habría alguna diferencia entre aquella distopía, perdón quise decir utopía, con una fábrica productora de vehículos gringos o japoneses al mejor estilo fordista, taylorista o toyotista? ¿O es que la posición ideal para el noventa y nueve por cien del ser humano es ser un engranaje robotizado, alienado, sin creatividad?
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