domingo, 23 de marzo de 2014

El abrazo

Hoy compartimos con ustedes un cuento del promotor de lectura del PPP Rafael Núñez

El abrazo
Juan David Rincón Huertas
Promotor de Lectura
PPP- Rafael Núñez


Todo lo que ahora veo es una pareja atraída por el deseo de recrear sus sueños aún después de despertar. De postergar el sueño, de detener el tiempo. Un hombre y una mujer aferrados en sus reducidos espacios controlando la respiración del otro, los movimientos suaves, la piel que se siente tan sensible al tacto. Dominados por una ausencia de miradas, de palabras. Solo el contacto cálido de los cuerpos unidos basta para decir lo que sería difícil expresar si hablaran. Las caricias silenciosas lo dicen todo cuando la mañana empieza a despertar y con ella despiertan almas melancólicas en busca de compañía. Pero ellos no. En ese abrazo está su alimento y todo lo que ambos necesitan. No hay ausencia de pudor en un contacto tan puro, en un abrazo tan dulce. El aroma del largo cabello de ella es absorbido totalmente por ese hombre que no desea deshacerse nunca de ese eterno abrazo, sin ninguna otra necesidad de apego, solo los brazos tibios de su amada.

Tal vez no me lo creerán, pero hubo una época en la que Fernanda era el amor de mi vida, a pesar de no haber vivido tanto, a pesar de que el amor no duraría toda la vida. Era la época de las miradas sinceras, de las caricias amenas y recurrentes, de esperar el tiempo para estar juntos y perdernos en la mirada del otro. Eran esos mismos días en los que el tiempo, las horas en vela se llevaban mis escasos pensamientos coherentes entremezclándolos con la alucinación del cuerpo de Fernanda. Fernanda, Fernanda, Fernanda. Cuando la conocí y pronunciaba su nombre, me sabía dulce, era una sensación en la boca que sería insensato intentar describir. Si fuera religioso diría que al pronunciar su nombre elevaba un rezo al cielo.

Eran tiempos más felices para los dos ya que nos gusta tanto mentirnos a nosotros mismos. Porque Fernanda, cada vez, se iba convirtiendo un poco más en el oxímoron de mi existencia, en la voz negra de mi conciencia. Y lo que antes se sentía empezó a fingirse. La rutina se fue encajando forzadamente a nuestro beneficio. De pensar tanto en ella, ahora me paso el tiempo intentando hallar la forma de sacarla de mi cabeza. Ahora, su nombre me suena de mala manera, deformado, como todo recuerdo que puedo tener de ella.

Empecé a notar que había frivolidad en sus gestos maquiavélicamente dulces, pretensiosos y artificiales. Empezamos a guardar recuerdos y abrazos en cajas demasiado grandes para mantenerlas en el corazón y demasiado pequeñas para nuestras memorias. Las exploraciones por zonas desconocidas de su cuerpo dieron paso a una memorización patética y rutinaria. Cada amanecer nos envolvía en colores cálidos que llevaba nuestros cuerpos a una humedad con un toque empalagoso, perverso. Parafina que se derrite y se hace hielo. Cada amanecer era una imagen con los mismos rostros y las mismas sonrisas forzadas. Y ahora que Fernanda se ha ido dejándome solo un futuro frustrado y cuadros que me recuerdan pasados absurdos, debo decir que una de las mentiras más constantes que me repito es que la extraño.

¿Qué se parecían a nosotros? ¿En serio? Sin duda alguna nos equivocábamos, como lo hicimos tantas veces. Al acercarme a la pared puedo jurar que ellos son muy distintos a nosotros, en ellos por lo menos puedo ver amor. Me parece que en ese abrazo residen sus vidas, si llegaran a separarse sus corazones se detendrían. ¿Hubiéramos podido decir lo mismo nosotros Fernanda? Así, parado frente al cuadro intento recordar la tarde exacta en que compramos la reproducción, atraídos por el ingenuo engaño de la dulce pareja, tan parecida a nosotros.

3 comentarios:

  1. Difícil de clasificar como un cuento. Una reflexión metafísica quizás? no hay unidad temática ni coherencia narrativa. Buen intento. Arturo Arbelaez- PPP-Rafael Nuñez

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  2. Gracias por su comentario, Arturo. Sabía que encontraría una buena opinión en su lectura. Juan David. Promotor PPP Rafael Núñez.

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