Hace poco, en la publicación número noventa de la Revista Arcadia, leí un artículo sobre los libros para niños que hablan de la violencia, se llamaba “Libros para niños, ¿quién dijo que no se les podía hablar de eso?” (Lina Vargas, página 22). Y en efecto: ¿quién lo dijo? Como debe saber cualquier persona que haya tenido contacto con un niño, ellos son curiosos, preguntan por todo, todo lo quieren saber, y el tema de la violencia y la crueldad del mundo no debe ocultárseles pues “un pueblo que desconoce su historia está destinado a repetirla”, premisa sobre la que han sido construidos museos de la memoria y diferentes programas que buscan la reparación de víctimas y la prevención de nuevas catástrofes. Así, libros como No preguntes por Mozart entablan una relación sincera con el lector niño quien, a partir de su lectura, puede entender y relacionarse mejor con el mundo que lo rodea.
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